Nada más llegar a la Moncloa tras su primera victoria electoral en 2004, Zapatero cumplió su promesa y retiro las tropas españolas en Irak, llevadas allí por el servilismo del gobierno Aznar ante la administración Bush. Aquel gesto le costó a Zapatero el desprecio del gobierno Bush durante su primera legislatura y la crítica de muchos por lo inoportuno de tener enfadada a la primera potencia mundial.
A partir de 2008 todo cambió, Zapatero revalidó su victoria en las urnas y en Estados Unidos se desató el fenómeno Obama. Si bien es cierto que lo de Obama de momento son sólo grandes discursos y buenas intenciones, ya es desde luego bastante más de lo que nos ofrecía el señor Bush. La política de la nueva administración estadounidense defiende unas relaciones internacionales multilaterales. Obama ha sido capaz de ceder el liderazgo de la resolución del conflicto hondureño a Lula, Bush probablemente habría bombardeado Tegucigalpa.
Este giro hacía el dialogo y la razón en el gobierno Estadounidense ha abierto de nuevo las puertas de la Casa Blanca al gobierno de Zapatero. La reunión de ayer, supone un espaldarazo para las aspiraciones internacionales de Zapatero, pero quizás signifique más para Obama que ha encontrado un gran aliado con peso en Europa, pues le corresponde a España ejercer la próxima presidencia de turno de la UE.
Se nota afinidad entre ellos, pero sin llegar a recordad el patético “Ansar, my friend” o la famosa foto de los pies encima de la mesa. La relación es en otro tono de mayor cordialidad y menos frivolidad. Zapatero garantizó apoyo a Obama en el conflicto afgano y este mostró su admiración por la red de transportes española y su compromiso con las nuevas tecnologías y la economía verde. España fue calificada en estos ámbitos como “líder mundial”.
En fin fue un acontecimiento importante, quizás no planetario, pero si muy importante.
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